España inició un torneo que, antes de jugarlo, ya se le ponía de cara cuando dos campeonas del mundo como eran Inglaterra (que lo veía como un problema porque sobrecargaba su calendario) e Italia (aún reponiéndose de su fracaso en el mundial de Suecia), renunciaron a participar. En octavos de final se ganó fácil a Polonia, 2-4 en la ida y 3-0 en la vuelta en España. El día del sorteo de cuartos de final, donde se realizaba un sorteo puro sin cabezas de serie como se hace ahora, el bombo emparejó a España con la Unión Soviética, la otra gran favorita. Los Lev Yashin, Igor Netto, Valentin Ivanov y compañía venían de ganar el oro en los juegos olímpicos del 56 y de hacer un buen papel en el mundial de Suecia 1958. No obstante, con todo ello, no igualaban todo el talento y potencial que atesoraba el combinado español.
Tras el sorteo se acordaron, no sin ciertas discrepancias, las fechas para los dos partidos. El 29 de mayo de 1960 España viajaría a jugar a Moscú y 9 de junio de 1960 la Unión Soviética haría lo propio a Madrid. El tercer partido, en caso de que se diese un empate, se jugaría en Roma o París. Los jugadores y aficionados españoles estaban exultantes con aquel emparejamiento porque les permitiría visitar la Unión Soviética por primera vez en su vida. Hasta entonces ningún equipo español había jugado allí, todo lo más el Real Madrid en una república satélite soviética como la extinta Yugoslavia. Para los soviéticos la visita de España fue acogida como una oportunidad única de ver tanta estrella junta, así que las entradas del estadio Lenin no tardaron mucho en agotarse.
Helenio Herrera, técnico español, concentró a la selección nacional en Madrid unos días antes del evento, tal y como era costumbre. Pero con el que nadie contaba en toda esta historia era con el dictador español Francisco Franco. Enemigo declarado del comunismo, se negó por completo a que la delegación soviética pisara territorio español para disputar ese partido. Creía firmemente que los soviéticos intentarían colar en aquella expedición espías con el objetivo de fomentar las manifestaciones procomunistas o contra la dictadura franquista. Incluso movió todos los hilos políticos que estaban a su alcance con la FIFA para presentarles algunas alternativas como jugar los dos partidos en Moscú con un intervalo de una semana, jugar el partido de vuelta en terreno neutral con reparto de taquilla, o disputar los dos partidos en terreno neutral elegidos por la Unión Soviética. Por aquel entonces, y pese a representar dos modelos políticos antagonistas, no existía ningún tipo de conflicto político con los soviéticos. Por lo que a estos no es de extrañar que les molestase la postura española. Rechazaron todas las propuestas alternativas y solicitaron la aplicación del reglamento de la FIFA para España, quedando eliminada del torneo y siendo multada.
La película que Franco y sus ministros, Carrero Blanco y Alonso Vega, se montaron creyendo que el equipo soviético no vendría a España sólo a competir deportivamente nos salió cara. Unas semanas después la Unión Soviética, se coronaba campeona de Europa. Tanto debió de escocer aquello a la cúpula franquista que cuatro años más tarde, en 1964, España disputó la final de la Eurocopa contra la Unión Soviética, y en suelo español. Esta vez no hubo política del medio, sólo fútbol, y así España ganó la primera de sus cuatro eurocopas, que bien podrían haber sido cinco.
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