Edurne Pasaban Lizarribar nació el 1 de Agosto de 1973 en el municipio guipuzcoano de Tolosa. Durante sus primeros seis años de vida no gozó de buena salud por los problemas digestivos que sufrió. Una vez superados, creció siendo una niña tímida, introvertida, muy insegura de sí misma y con la autoestima bajo mínimos. Con el paso de los años empieza a darse cuenta de que sus intereses y motivaciones no están alineados con los del del resto de la gente que le rodea. Todo cambia a los 14 años cuando, por acompañar a una amiga, se apunta al Club de Montaña de Tolosa. En principio sólo era para asistir a un curso de iniciación a la escalada pero aquello supuso un punto de inflexión en su vida. "Para mí la montaña no era sólo un pasatiempo sino que, en un momento de mi vida, incluso fue algo así como una vía de escape, una tabla de salvación, la posibilidad de vivir una vida más acorde con mi manera de ser". Allí no sólo va a encontrar su sitio, junto a un grupo con el que comparte aficiones e inquietudes, sino que también comienza a destacar por su destreza en la pared. Sus progresos crecen igual de rápido que su autoestima. No hay nada que se le ponga por delante. Primero escala las zonas más típicas del País Vasco, luego las de los Pirineos. A los 16 años escala algunas de las cimas más míticas de los Alpes: el Mont Blanc (4.809 m.), el Cervino (4.478 m.) y el Monte Rosa (4.614 m.). Con 19 años tiene su primer contacto con la altura y escala sus primeros seis miles en los Andes, el Chimborazo (6.263 m.) y el Cotopaxi (5.897 m.).
Durante todo este tiempo tampoco descuida los estudios. No fue una estudiante ejemplar, sumando algún suspenso de vez en cuando, pero más por falta de motivación que otra cosa. Cuando termina en el instituto, dada su pasión por el deporte en general y la montaña en particular, decide que quiere estudiar INEF. Sin embargo, la falta de apoyo familiar y el hecho de no haber entrenado las pruebas físicas de acceso no le permiten superar el corte y se queda fuera. En su lugar estudiará Ingeniería Industrial, justo lo que sus padres ansían, para continuar con la empresa familiar "Talleres Pasabán" que tienen en Tolosa. Allí trabajará, compaginándolo con sus expediciones, durante los primeros años tras finalizar sus estudios universitarios.
En 1997 se prepara para dar el salto a alguna de las 14 cumbres más altas del mundo que hay entre las cordilleras del Himalaya y el Karakorum. Así, con 24 años, ataca el Dhaulagiri (8.167 m.), la séptima cima más alta del mundo, y no precisamente la más fácil de todas. No consigue coronar, debido al mal tiempo, cuando restaban menos de 300 metros para hacerlo. La experiencia fue tan intensa, peligrosa y agotadora que, de no ser porque allí conoció al que sería su pareja, el italiano Silvio Mondinelli, no hubiese regresado más veces al Himalaya. Y precisamente junto a él repetiría excursión un año más tarde, en 1988, esta vez para intentar ascender el Everest (8.848 m.), la cima más alta del mundo. Tampoco consigue coronar esta vez, ni en 1999 tras no verse capaz de superar uno los tramos finales con unas mínimas condiciones de seguridad por el mal tiempo que encontraron. Allí, por primera vez, experimentará la frialdad del llamado alpinismo comercial en el Everest: rutas saturadas por gente que no está preparada, las miles de botellas de oxígeno usadas allí abandonadas, los cuerpos alpinistas que fallecieron y permanecen en plena ruta congelados, los casos de alpinistas que fallecen a causa de la "muerte dulce"... incluso alguna muerte en directo tras haberle negado auxilio sus propios compañeros de expedición. Tuvo que ser en su tercera tentativa, en el año 2001, cuando por fin logró hollar la cima del Everest, convirtiéndose la tercera montañista española en conseguirlo tras Araceli Segarra (1996) y Chus Lago (1999). Esta vez, para atraer a patrocinadores que le financiasen futuros viajes, lo hizo con ayuda de oxígeno en su tramo final.
Aprovechando la inercia positiva de la última ascensión, ese mismo año vuelve a intentar coronar el Dhaulagiri, pero de nuevo se le resiste. No las tiene todas consigo en un tramo de la parte final, que considera que es muy peligroso, y decide bajar. Otros compañeros suyos deciden coronar y, en la bajada, su compañero Pepe Garcés resbaló, precipitándose al vacío. Edurne comienza a hacerse un nombre en el alpinismo español y, como prueba de ello y sin apenas tiempo para asimilar el fallecimiento de su compañero, recibe una llamada para tomar parte activa en las labores de búsqueda de los cuerpos de 5 jóvenes montañeros vascos que fallecieron en el Pumori (7.161 m.). Participa en las tareas de búsqueda y transporte de los cuerpos, pero todos los intentos son en vano por el gran riesgo que suponía para el grupo de rescate. Ese año terminará con Edurne abandonando la empresa familiar para ponerse al frente de la gestión de un caserío rural en Zizurkil (Guipuzcoa), el abeletxe.
En 2003 una Edurne pletórica suma su cuarto ochomil a su cuenta, el Lhotse (8.516 m.), la cuarta montaña más alta del planeta. Lo hará en compañía de dos de los mejores alpinistas del momento, el vasco Juanito Oiarzabal y el ecuatoriano Iván Vallejo. Ya no sólo se limita a seguir el paso que le marcan, ahora es ella la que lo hace gracias a una condición física y una capacidad de adaptación a la altura que mejoró mucho respecto a los años anteriores. Ese mismo verano se estrenará en la otra gran cordillera asiática, el Karakorum. Allí, tomará parte de una aventura del prestigioso programa "Al filo de lo imposible", en la que una cordada femenina ascenderá el Gasherbrum I (8.080 m.) y el Gasherbrum II (8.035 m.), la decimoprimera y decimotercera montañas más altas del mundo respectivamente. Lo hace en compañía de la alpinista suiza Marianne Chapuissat, la primera mujer en conseguir ascender un ochomil en pleno invierno.
Para 2004, conmemorando el 50º aniversario de la primera ascensión al K2 (8.611 m.) es seleccionada de nuevo por el programa de "Al filo de lo imposible" para tratar de ascender la que para muchos es la montaña más peligrosa y complicada del mundo. "Si el alpinismo fuera ciencia, a nadie se le ocurriría subir al K2", afirma Edurne. Lo consigue pero casi le cuesta la vida, tras pasar 21 horas a más de 8.000 metros, sin oxígeno, sin parar de caminar, con apenas medio litro de agua y habiendo comido tan sólo una barrita energética. Tras entrar en crisis por el agotamiento extremo que sufría, fue llevada hasta el campo 4 por su compañero de cordada Juan Vallejo. Salvó la vida pero tuvieron que amputarle dos falanges de los dedos de los pies por congelación. La recuperación no fue corta y tuvo que pasar una temporada sin poder escalar, la cual aprovechó para recorrer España dando conferencias y cursos. Eso le va a permitir profesionalizarse como alpinista y dejar un poco al margen su negocio rural para vivir su sueño.
En 2005, ya plenamente recuperada se dispone a escalar el Nanga Parbat (8.125 m.), la novena montaña más alta del mundo. Para su octavo ochomil contó de nuevo con el equipo de "Al filo de lo imposible" y formó equipo con la alpinista suiza Marianne Chapuissat y la española Esther Sabadell. Tras las dudas iniciales en las que no sabía si la experiencia en el K2 le iba a pasar factura, a nivel psicológico y físico, corona la cima con más facilidad de la esperada para ser un ochomil. Pero, cuando ya habían desaparecido todas las dudas, Edurne entra en una profunda depresión tras haber finalizado la relación con su pareja. Empieza a culpar a la montaña de todos sus males en el campo sentimental. "Yo entrenaba un montón y hacía lo que más me gustaba. Pasaba 6 meses en el Himalaya cada año, pero al regresar a casa me sentía muy sola porque todo mi entorno hacía sus vidas, con carreras, hijos... Te hace replantear muchas de las cosas a las que te dedicas en tu vida". Rechaza la propuesta del programa de "Al filo de lo imposible", que de nuevo quiere contar con ella, para una expedición a la Antártida, algo que firmaría a ciegas cualquier alpinista. Es ingresada en el Hospital de Pamplona, en la sección de psiquiatría, para intentar controlar aquella dependencia afectiva que le estaba matando por dentro. Tanto que en una ocasión intentó evadirse de todo, aunque supo reaccionar a tiempo y finalmente pudo salvar su vida. "Llegó un momento en el que yo pedí ayuda. Dije basta, he llegado hasta aquí. Se paró el mundo para mí y pasé 4 meses en un hospital", recuerda.
En otoño del 2006, ya repuesta del todo, se dirige hacia su noveno ochomil, el Shisha Pangma (8.027 m.), el catorceavo más alto del mundo, pero no por ello el menos peligroso. Sin embargo no se dieron las condiciones para poder coronar con unas condiciones de seguridad mínimas y decide abortar la expedición. En 2007, su siguiente objetivo será el temido Annapurna (8.091 m.), la décima montaña más alta del mundo y una de las más letales junto al K2. Es el primer momento en el que ya se empieza a plantear seriamente el reto de convertirse en la primera mujer que conquiste los catorce ochomiles, para lo que contará con la inestimable ayuda del programa "Al filo de lo imposible" de aquí en adelante. Pero tampoco tiene suerte con el tiempo y, de nuevo, regresa sin haber hecho cima. Ahora, unas semanas más tarde y sin tiempo para lamentarse, focalizará sus miras en el Broad Peak (8.051 m.) la decimosegunda montaña más alta del planeta. Aprovechando la aclimatación de los intentos anteriores, completan la ascensión y coronan sin mayor problema. El noveno ochomil de Edurne había caído y, tras unas semanas para recuperar, comienza a preparar el enésimo ataque al Shisha Panga, la cima que más se le había resistido en todo este tiempo. Pero de nuevo no hay suerte con el tiempo que les toca y regresan a casa.
En 2008 fija su primer objetivo en el Dhaulagiri, cima de infausto recuerdo para Edurne por lo acaecido años atrás en su primera experiencia en el Himalaya. "Allí estaba esperándonos, ofreciéndonos sus flancos y sus aristas en ese duelo con el ser humano que entablan las montañas del Himalaya y que tiene un sabor especial que sólo conocen quienes lo han intentado". Tras repetir una ruta que conocían al dedillo por los intentos anteriores, corona sin mayor problema. Con su décimo ochomil en el bolsillo, tan sólo unas semanas más tarde se dirige hacia la siguiente cima en su reto: el Manaslu (8.163 m.), la octava montaña más alta del mundo. Reto en el que le habían salido hasta tres duras competidoras, las coreanas Miss Oh y Miss Go, y la italiana Nives Meroi.
Edurne se encuentra en su plenitud y corona el Manaslu, una montaña donde no suele acompañar el buen tiempo y con un buen número de victimas en sus laderas, sin mayor problema. El hito que está a punto de conseguir ya es un secreto a voces, y en los medios empiezan a aparecer artículos sobre ella con mayor frecuencia. Cada vez hay más patrocinadores interesados en acompañarla en su reto y de esta forma nace el "Desafío 14 x 8.000". Así, su siguiente ascensión, ya en 2009, la que le llevaría hasta la tercera cima más alta del mundo, el Kangchejunga (8.586 m.), va a ser mucho más mediática que todas las anteriores. Será su decimosegundo ochomil, y una de las montañas más temidas (K2, Annapurna y Kangchejunga). Sin embargo la ascensión les resulta más compleja de lo esperado y coronan con bastante retraso respecto a lo aconsejable en estos casos. Este detalle le va a repercutir negativamente en su descenso hacia el campamento base, llegando a poner en juego su vida tras rozar el desfallecimiento, con un principio de edema pulmonar.
Tras un par de meses para recuperar fuerzas y planificar toda la logística que les debía acompañar, se dirige hasta el penúltimo ochomil en su reto: de nuevo el Shisha Pangma. En su tercer intento el tiempo vuelve a jugar en su contra y el viento les destroza un vivac clave para atacar en las mejores condiciones la cima, así que otra vez toca dar la vuelta sin coronar esta montaña. En 2010 intentará coronar los dos únicos ochomiles que le quedan en su haber. Primero irán al temido Annapurna, donde unos meses antes acaba de perder la vida Iñaki Ochoa, gran amigo de Edurne y uno de los mejores alpinistas en aquel momento. Por una vez, la suerte les sonríe y en una de las partes más complicada de la ascensión, se había fraccionado un trozo de serac, creando un paso por detrás que les facilitó enormemente el paso. Consigue coronar y acto seguido se dirige hacia su cumbre maldita, el Shisha Pangma, para ver si en su cuarto intento consigue coronarla. Curiosamente, la cima más baja de los catorce ochomiles fue la que más se le estaba resistiendo. Y esta vez fue distinta a las anteriores, corona y Edurne Pasabán se convierte en la primera mujer en la historia que consigue ascender las catorce cimas más elevadas del planeta. Su rival, la coreana Miss Oh, quien reclamaba para sí ese honor, fue desposeída del titulo honorífico tras cuestionarse la veracidad de una de sus ascensiones.
Finalizado el reto, Edurne no abandona el alpinismo pero se centrará más en otras actividades, como los proyectos humanitarios en el Nepal, en donde ha creado una fundación para ayudar a los niños nepalíes en su educación. También fue galardonada con la medalla de oro de la Real Orden del mérito deportivo, y es nombrada mejor deportista española del año 2010. Con el paso de los años ha ido desarrollando cada vez mas su faceta de empresaria, gestionando actualmente diversos establecimientos hoteleros, una empresa de rutas en trineo con perros, y dando conferencias y charlas de motivación. Como ella misma recuerda, "mi vida es una historia de superación personal y profesional en la que he comprendido lo que de verdad significan la valentía, la motivación y el inconformismo".
Fotos: www.edurnepasabán.com
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