15 abril 2025

¿Qué fue de... Otto Von Cramm?

 

Gottfried Alexander Maximilian Walter Kurt Freiherr Von Cramm, más conocido como Otto Von Cramm, nació el  7 de julio de 1909 en Nettlingen (Alemania), en el seno de una familia de clase alta. Su infancia transcurrió entre los muros del castillo que su padre, que ostentaba el título nobiliario de barón, poseía en la ciudad de Hannover. Allí, cuando el joven Otto contaba con tan sólo 9 años, sus progenitores construyeron una pista de tenis para que sus hermanos y él practicasen un deporte al que muy pocas personas tenían acceso durante aquella época. Y lo que empezó como una actividad lúdica con la que ocupar su tiempo libre, y de paso estar en forma, acabó convirtiéndose en su verdadera pasión. Ni si quiera cuando, en 1918, tuvo que marcharse a Berlín para completar sus estudios universitarios de derecho se planteó la idea de abandonar el tenis. Siguió compaginando los estudios y las duras sesiones de entrenamiento a las órdenes del prestigioso entrenador y ex-tenista alemán Robert Heinrich Kleinschroth, hasta que llegó un momento en el que ya no disponía de tiempo para todo. Es entonces cuando toma la decisión de abandonar sus estudios, y su vieja aspiración de convertirse en diplomático, para centrarse al cien por cien en el tenis, donde soñaba con poder llegar a convertirse en un jugador profesional. 

Hasta la fecha, a nivel amateur, Otto había ido obteniendo buenos resultados. En el prestigioso Rot Weiss Tennis Club de Berlín, con más medios y personal cualificado a su disposición experimentará grandes mejoras en su juego. Aquel rubio de complexión atlética, con su 1,90 de altura, siempre elegante y ataviado con su equipación de color blanco, empieza a ser conocido más allá de los selectos clubes en los que más se practicaba el tenis. En 1932 ya es la gran promesa del tenis teutón y como tal es convocado, por primera vez, para defender los colores de Alemania durante una eliminatoria de la Copa Davis, el torneo de selecciones más importante del tenis mundial.

Pero el ascenso de Von Cramm no fue el único, también el partido nazi de Adolf Hitler ascendía al gobierno alemán en esa época. Y, aunque al fuhrer no le entusiasmaba mucho el deporte, no iba a desaprovechar los logros de su joven tenista para publicitar la supremacía de la raza aria sobre el resto del mundo. Cuando en 1934 Von Cramm gana su primer torneo de Grand Slam en Roland Garros, se convierte en el gran objetivo mediático del gobierno nazi. Le imponen que, antes de competir, realice siempre el pertinente saludo fascista y que en sus zapatillas blancas apareciese siempre pintada una esvástica. Y Otto acepta porque él se sentía una persona profundamente alemana. Con lo que no comulga es con lo de afiliarse al partido nazi, como estaban haciendo muchos famosos alemanes, porque no comulgaba en absoluto con los principios del régimen nazi. Ni era nazi ni jamás iba a serlo. Además, como persona educada y refinada que era, le resultaba inconcebible renunciar a sus principios y convicciones, a cambio de salvaguardar su prestigio y fortuna. Fue de los pocos que se atrevió a criticar abiertamente al régimen nazi ante la prensa extranjera, sin importarle lo más mínimo las represalias a las que se exponía por ello. "Estoy en contra de la persecución contra los judíos que se hace en mi país", llegó a afirmar a la prensa británica mientras disputaba un torneo de Wimbledon. También se atrevió a protestar públicamente por la exclusión de su compañero de equipo, Daniel Prenn, uno de los mejores jugadores alemanes por entonces, marginado por las autoridades nazis exclusivamente por su origen judío. "Preferimos perder con arios, que ganar con Prenn" decían abiertamente.

A finales de 1934 Von Cramm ya era considerado como uno de los tres mejores tenistas del mundo junto al norteamericano Don Budge y el británico Fred Perry. Este aumento de su popularidad hizo que se aireasen muchos aspectos de su vida privada, especialmente los referentes a su homosexualidad. Su relación con el actor judío Manasse Herbst la había tratado de mantener en secreto ya que la homosexualidad estaba tipificada como delito (A lo largo de los 12 años de su existencia, el gobierno nazi envió a más de 100 mil alemanes gays y lesbianas a distintas cárceles y campos de concentración, con triángulos rosados cosidos en sus trajes a rayas, para mayor humillación). La Gestapo, la policía secreta nazi, estaba al corriente de todo, tanto las críticas al gobierno como su orientación sexual, pero hizo la vista gorda porque le interesaba políticamente la posición que ostentaba Von Cramm a nivel mundial. Otto también era consciente de que su vida dependía de los resultados deportivos que obtuviese en las pistas. Mientras los resultados le respaldasen, como otro nuevo título en Roland Garros en 1936 y dos subcampeonatos de Wimbledon, podría seguir viviendo con tranquilidad. De momento, sus resultados valían más que todo aquello que podría hablar en su contra.

Pero las cosas comienzan a cambiar en 1937 cuando Alemania es emparejada con Estados Unidos en una eliminatoria de la Copa Davis. Adolf Hitler se toma aquella eliminatoria como algo personal. Dos años atrás, en este mismo emparejamiento, Alemania sucumbió en un partido muy igualado tras ganar inicialmente el punto decisivo en el partido de dobles. Fue Van Cramm quien se dirigió al árbitro para informarle de que el golpeo de su compañero había rozado previamente en él. El árbitro, que no lo había visto, había dado punto para Alemania, pero tras el comentario de Von Cramm rectificó y dio el punto para Estados Unidos, que terminaría llevándose aquel partido, y la serie. Von Cramm fue acusado de traidor a la patria, a lo que él siempre respondía que "en absoluto, no creo que haya fallado al pueblo alemán. De hecho, creo que lo he honrado". Como era de esperar, a las autoridades nazis, no les hizo la más mínima gracia aquella actitud tan caballerosa.

Y el destino, que es caprichoso, quiso que fuese de nuevo Otto Von Cramm quien tuviese que participar en el duelo decisivo para llevarse la eliminatoria contra Estados Unidos. Hitler, muy pendiente de aquel duelo tenístico, telefoneó en los instantes antes del partido a Otto advirtiéndole de la importancia de conseguir la victoria en aquel partido y vencer a Estados Unidos. Su rival, y a la vez gran amigo, el norteamericano Don Budge, que estaba a su lado observó como "hablaba con una persona a la que se refería como Mein Führer. Al colgar, estaba muy pálido". Y no era para menos, sin preámbulos, el führer le deslizó que, si no ganaba esa tarde, "no podría protegerlo más". El partido que, durante muchos años, fue considerado como el mejor partido de la historia del tenis, empezó con un Von Cramm muy fuerte. Llegó a ponerse 2 sets arriba pero, cuando todo parecía hecho, Don Budge consiguió reponerse e igualó la contienda. En el quinto, y definitivo, set de nuevo el tenista alemán puso tierra de por medio, adelantándose por 4 juegos a 1. Sin embargo, una nueva remontada del tenista norteamericano, contra todo pronóstico, le hace llevarse el set, el partido y la eliminatoria. Las 15.000 personas que abarrotaban las gradas, entusiasmadas con el espectáculo que acababan de contemplar, no paraban de ovacionar a ambos deportistas. Sin embargo, nada podía consolar a un Von Cramm que no cesaba de llorar incesantemente. Sabía lo que le esperaba a la vuelta en Alemania.

Hitler puso a sus hombres de confianza a seguir a Von Cramm. Aunque se le permitió ir a Wimbledon y a el U.S. Open, dos torneos de Grand Slam, donde alcanzó la final, su destino estaba escrito. En 1938 fue detenido por la Gestapo acusado por un lado de mantener relaciones homosexuales y, por otro, de ayudar a un judío (su pareja) a huir hacia Palestina. Fue condenado a pasar un año en la cárcel que, finalmente, tras declarar su abogado que Von Cram había sido engañado por "un astuto judío", fue reducida a la mitad. Una vez cumplido el castigo y liberado, Von Cramm volvió a competir. Pero nada sería lo mismo. Por un lado, porque pasó a estar ya de manera definitiva en todas las listas negras alemanas. Por el otro, porque también el mundo del tenis le dio la espalda. Irónicamente, ni Wimbledon ni el U.S. Open le permitirían volver a participar en sus campeonatos, dada su condición de ex-convicto (los nobles y aristócratas que regían las federaciones de tenis estaban más preocupados de su prestigio que de valorar la defensa de los derechos humanos que hizo Von Cramm). Sí pudo jugar en Queen's, donde despegó una vez más todo su repertorio tenístico y se llevó el título. Pero poco le duraría la alegría porque el gobierno nazi comenzó a vetarlo allá en donde podía, temeroso de que Von Cramm se impusiera a algún tenista alemán que fuera "más alemán que él".

Con el inicio de la II Guerra Mundial, Hitler demostró que no se había olvidado de Von Cramm y de sus afrentas públicas al régimen nazi. Fue enviado al frente de Rusia, donde le tocó vivir alguna de las batallas más cruentas, como la de Stalingrado. Allí se convirtió en todo un héroe, llegando a ser condecorado con una cruz de hierro por su valor en los combates. Pero poco tiempo después se le retiraría, sería expulsado del ejército y detenido nuevamente por la Gestapo acusado de conspirar para asesinar a Adolf Hitler. Tras ser condenado a muerte, varios amigos suyos comenzaron a mover los hilos para evitar que se ejecutase la condena. El rey Gustavo V de Suecia, gran amigo suyo, intercedió ante los dirigentes nazis para que le fuese concedido asilo en el país escandinavo, lugar donde permanecería hasta el final del conflicto bélico.

Una vez finalizada la II Guerra Mundial y cumplida la sanción que impedía a los alemanes participar en cualquier disciplina deportiva, Otto ya superaba los 40 años y parecía complicado que pudiera relanzar su carrera tenística hasta alcanzar los niveles de antaño. No obstante, tras recuperarse de las congelaciones que había sufrido en sus piernas cuando estuvo en el frente, Von Cramm logró proclamarse nuevamente campeón de Alemania, en 1948 y 1949. Tras su retirada trabajó durante años para la Federación Alemana de Tenis y puso en marcha diversos negocios, especialmente como importador de algodón de Egipto. Sería ahí precisamente, en El Cairo (Egipto), donde fallecería en un accidente de tráfico el 8 de noviembre de 1976. Nunca sabremos cuál habría sido el futuro de aquel elegante tenista alemán si hubiese vencido a Don Budge en 1937… o si hubiese nacido en otro país. Lo que sí es seguro es que será recordado por su deportividad dentro de las pistas de tenis y por no someterse en ningún momento ante el dictador Adolf Hitler, a quien se refería de forma irónica como “un simple pintor de casas”.

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