Cuando finalizó la primera guerra mundial, y media Europa trataba de sobrevivir entre los escombros que el conflicto armado dejó tras de sí, unos hombres vestidos con sombreros de copa se encargaron de diseñar la nueva organización del viejo continente. Italia, que en principio no había tomado partida en el conflicto bélico, acabó haciéndolo bajo la promesa de que, si lo hacía, sería recompensada con nuevos territorios. Así, el Condado del Tirol, una unidad política y social consolidada, que hasta entonces había formado parte del Imperio Austro-húngaro, fue repartido por el tratado de Saint Germain en Laye en 1919. Austria se quedaría con el Estado Federal del Tirol (formado por las regiones norte y oriental del Tirol), mientras que Italia se haría con la Región del Trentino-Alto Adiggio (conformado por Tirol del Sur y el Trentino).
Los tiroleses, que siempre fueron gente muy independiente, no vieron con buenos ojos esta nueva realidad política que se les impuso sin contar con ellos. El dictador italiano Benito Mussolini, consciente de la creciente repulsa que sienten sus nuevos súbditos tiroleses hacia el dominio italiano, inicia una campaña de aculturación para borrar toda seña de identidad cultural tirolesa. La primera medida fue limitar el uso de su lengua nativa, el alemán. Las calles, los puentes, los negocios... todo comienza a bautizarse con nombres italianos. Además, se colonizan los nuevos territorios, especialmente la zona de Bolzano, con grandes oleadas de trabajadores provenientes del sur de Italia. A los tiroleses, acostumbrados a siglos de aislamiento secular, y a un estilo de vida marcado por unas condiciones orográficas y climatológicas complejas, no les tembló el pulso. Ese carácter árido y singular, con un fuerte carácter y marcada identidad cultural se ve refrendado en sus principales aficiones: el alpinismo, el esquí, el curling... Es de los pocos sitios en los que el fútbol no ha despertado interés en la población autóctona.
En 1974 un grupo de aficionados al futbol de Tirol del Sur, hartos de calentar banquillo en sus equipos amateurs, fundan el Sport Verein Milland, con sede en Bresasona. Durante varios años forman parte del fútbol modesto de la zona, hasta que en 1994 lo compra el magnate y mecenas deportivo Hanns Hubber. Lo primero que hace es cambiarle el nombre al club, que a partir de entonces pasará a ser el Fussball Club Südtirol-Alto Adige. El objetivo era intentar llevarlo hasta el fútbol profesional, cosa que ningún equipo de la zona italiana del Tirol había conseguido, y para ello era necesario reclutar hinchas por toda la comarca,. Los dos primeros años se saldan con dos ascensos, con relativa facilidad. Hans Hubber plantea a su junta directiva trasladar el equipo hasta Termeno. Allí el clima en invierno era más suave y mejoraría la calidad de los entrenamientos
Sin embargo, el resto de los directivos no pensaba igual, por lo que le presentaron una moción de censura y lo expulsaron del club. De nada le valió a Hans Hubber ser el gran mecenas del equipo y haber puesto grandes cantidades de dinero, a la postre decisivas en el notable crecimiento experimentado por el club. Crecimiento que, cuando ascienden a la cuarta división italiana, la serie C2, se ve seriamente amenazado al no cumplir con los requisitos que exige la federación italiana de fútbol para su estadio. Bresasona se quedaba pequeño en todos los sentidos, de infraestructuras y de capacidad, si es que aspiraban a competir en una liga ya de cierto nivel. Así que la junta directiva toma una decisión tan sorprendente como inesperada: mover el equipo a Bolzano, la ciudad más grande y habitada de todo el Tirol. Allí no sólo se aseguraban un mayor estadio sino que también disponían de una gran colonia italoparlante, gran aficionada al fútbol y huérfana de equipos en la zona, que seguramente poblaría las gradas.
Y así fue. En Bolzano, además de una ciudad rica y próspera, encontraron el apoyo popular que no encontraron en los pueblos. Incluso se habló de que el club era un modelo para integrar los tres grupos lingüísticos (italiano, alemán y ladino) del Tirol del Sur. Club y directiva fueron de la mano hasta 2022, año en el que alcanzaron la Serie B y llegaron los problemas. La junta directiva decide acentuar su apuesta por el nacionalismo tirolés. Primero, decide cambiar el nombre del club pasando a ser ahora Fussball Club Südtirol. Le quitaron el nombre de Alto Adige, el nombre italiano de Tirol del Sur, cosa que no sentó nada bien entre una afición cuyos hinchas mayoritariamente se expresan con pancartas y cantos en italiano. Después, presentan un nuevo escudo inspirado en el de los bávaros del Bayern de Múnich.
Pese a los roces políticos, sigue siendo un club que trabaja muy bien el modelo de cantera. No en vano, cuenta con una de las ciudades deportivas más modernas de toda Italia. Su filosofía es clara: no invierten en fichajes, invierten en la cantera y, si es posible, siempre con gente de la zona. Aspiran a convertirse en un club como el Athletic Club, pero saben que eso es muy complicado.
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