La gimnasia artística se ha caracterizado siempre por ser un deporte en el que sus profesionales, especialmente en el sector femenino, suelen brillar y llegar a lo más alto a una edad relativamente muy corta. A lo largo de la historia, cuando las grandes campeonas llegaban a la élite lo hacían siendo todavía niñas. Siempre se creyó que las exigentes demandas físicas y técnicas de esta modalidad deportiva sólo podrían ser cubiertas por jóvenes deportistas. Sin embargo, la gimnasta uzbeka Oksana Chusovítina se ha convertido en uno de los nombres propios de la gimnasia artística actual porque su carrera parece no tener fin. Aunque tras los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se planteó seriamente la idea de la retirada, finalmente no ha sido así. A sus casi 50 años, sigue estando más viva que nunca y participará en los Juegos Olímpicos de París 2024, en la que será su novena participación, como su próxima gran cita.
Oksana Chusovitina nació en 1975 en Bujaná (Uzbekistán) dentro de lo que era entonces la Unión Soviética. Inmersa en el modelo deportivo soviético pronto comenzó a destacar por sus habilidades gimnásticas. Así, con tan sólo 7 años, llamó la atención de los cazatalentos del país y fue reclutada para una de sus escuelas deportivas estatales. Con 13 ya era campeona junior de la Unión Soviética y se estrenaba en un torneo internacional con la selección. Y con 16 ya estaba al frente del combinado soviético en los Campeonatos del Mundo absolutos, en donde conseguiría 2 oros y 1 plata.
La disgregación de la Unión Soviética en varias repúblicas independientes en 1992, supuso que acudiera a sus primeros Juegos Olímpicos, los de Barcelona 1992, bajo bandera olímpica y compitiendo en lo que se llamó el "Equipo unificado". Allí, nuevamente compartiendo equipo con la mítica Svetlana Boginskaya, de nuevo sumaría otro oro a su palmarés.
Como muchos de sus compatriotas -que hasta entonces habían competido para la extinta Unión Soviética- buscó acomodo en su república de origen, por lo que pasó a competir bajo bandera uzbeka desde 1992. Esta época supuso un periodo muy precario a nivel de instalaciones y material deportivo, a años luz de lo que estaba acostumbrada hasta entonces. Pero ni los entrenos con material anticuado, e incluso inseguro, fueron obstáculo alguno para que Chusovitina siguiese desarrollando rutinas gimnásticas que fueron referencia mundial. Sus 5 oros, 9 platas y 6 bronces en Campeonatos Mundiales y Asiáticos, así los corroboran.
En el año 2002, cuando ya valoraba seriamente la opción de retirarse de la alta competición, su vida sufre un severo e inesperado revés: a su hijo de tan sólo 3 años se le diagnostica una leucemia. En Uzbekistán no dispone de seguro médico, ni de medios avanzados, ni de dinero para costear el tratamiento. Deciden mudarse a Alemania porque allí, gracias a las donaciones de muchos gimnastas, puede comenzar a darle a su hijo el tratamiento médico que necesita. Paralelamente, pospone su retirada para seguir ganando dinero en las competiciones e invertirlo en el tratamiento de su hijo. "Si no compito, mi hijo no vivirá. Es tan simple como eso" solía recordar a los que cuestionaban su continuidad en la alta competición a una edad entonces considerada elevada.
Comienza a entrenar con el equipo alemán de gimnasia artística y Uzbekistán le libera para poder competir con Alemania. Sin embargo, las estrictas leyes germanas le impiden adquirir la nacionalidad alemana hasta que no haya completado al menos 3 años de residencia allí. Así, entre 2003 y 2006 se dio la paradoja de que Chusovitina entrenaba con el combinado alemán y competía con Uzbekistán, con los que seguía sumando medallas y títulos.
En 2006, adquiere la nacionalidad alemana y, en agradecimiento por las ayudas prestadas por muchos deportistas alemanes para costear el tratamiento de su hijo, pasa a competir por Alemania con 31 años, una edad insólita en la gimnasia de competición. Con su hijo ya sano, y bajo bandera alemana, conquistó 2 oros, 4 platas y 2 bronces en varias pruebas mundiales, europeas y olímpicas. La última de ellas con 37 años.
Tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, anuncia su retirada que, apenas duraría unas horas. "Por la noche le dije a todo el mundo que me retiraba y, a la mañana siguiente, me desperté y cambié de opinión", claramente con vistas a competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Esta vez lo hará de nuevo bajo bandera uzbeka, consiguiendo un doble hito: el de ser la gimnasta con mas juegos olímpicos a sus espaldas (7) y la de mayor edad (41 años).
Lejos de ver mermado su rendimiento por el paso de los años, y entrando en una edad desconocida para las gimnastas de élite hasta entonces, sigue compitiendo al más alto nivel obteniendo un quinto y un cuarto puesto en los mundiales de 2017 y 2018 respectivamente. Decide que los Juegos de Tokio 2020 serán los que pongan fin a su longeva carrera, que ya parece estar pasándole factura. "Cada año que estoy compitiendo me estoy dejando una parte de mí" afirmaba, aunque por otro lado no dudaba de que "podría competir contra todas las chicas. Lo sé y es mi objetivo ahora" aseguraba sin ningún tipo de temor. Pero aquella competición estuvo marcada por la pandemia. Sin aficionados en las gradas que pudieran rendir homenaje a su legendaria carrera, su despedida fue un tanto descafeinada. "Me había preparado para despedirme aquí, pero es imposible estar preparada para terminar del todo con tu carrera".
Y vaya si no lo estaba, porque meses más tarde en 2021 anuncia en sus redes sociales que retoma los entrenamientos con el objetivo de acudir a los Juegos Asiáticos de 2022. Pero las restricciones por el COVID retrasa un año esta competición continental, lo que provoca que Chusovítina decida también intentar acudir a los Juegos Olímpicos de París 2024. Será su novena participación, todo un hito que ninguna otra gimnasta ha conseguido (su inmediata seguidora fue a 7). Y de momento, no le va mal: una plata y dos bronces en las últimas pruebas de la Copa del Mundo lo atestiguan. "Muchas gracias por el apoyo que estoy recibiendo. Vendrán más".
Esto la convierte en todo un referente y mito viviente para las nuevas generaciones de gimnastas, a quienes les dobla e incluso triplica la edad, por varios motivos. Por un lado, aunque haya perdido precisión y su participación se limite exclusivamente al salto, es actualmente una de las dos únicas gimnastas que ejecuta la temible Produnova, prueba inefable de su excelsa técnica. Y por otro, porque abrió la puerta para que gimnastas que fueron madres regresen a la alta competición, cosa impensable hasta la fecha y que hoy ya no resulta tan raro.
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