Yago Lamela Tobio nació el 24 de Julio de 1977 en Avilés (Asturias). Su carrera deportiva empezó como la de muchos otros grandes deportistas, de casualidad. Su primera toma de contacto con el atletismo tiene lugar en la playa de Xagó, con unos juegos de carreras y saltos que le proponía su padre. Con 7 años se apunta a una prueba de campo a través en su cuidad natal y la experiencia debió de gustarle, porque tras ella ingresó en la Atlética Avilesina. Allí, a las órdenes de "Pepete", Carlos Alonso, y Juanjo Azpeitia demostrará unas cualidades espectaculares para el salto, llegando a saltar más de 4 metros con tan sólo 8 años. Su progresión continua con el paso de los años alcanzando los 5,98 metros con 14 años, los 7,16 metros con 16 años y más de 8 metros con 20 años. En esta época comienza a alternar el salto de longitud con el triple salto, donde llegará a proclamarse campeón de España juvenil en 1994.
En 1995 recibe una beca de la Universidad de Iowa para que cursase allí sus estudios de Informática. Yago cree que es una oportunidad irrechazable ya que le gusta saltar, la informática y la aventura, y además le permite formarse en el país de su admirado Carl Lewis. Sin embargo, el llamado sueño americano no fue tal para él. Por un lado se encontró con una región ultraconservadora, con una mentalidad excesivamente cerrada en la que los extranjeros tenían serias dificultades para integrarse. Por otro, se encontró con un clima extremo, en donde los termómetros podían alcanzar los 20 grados bajo cero. El idioma, pese a llevar un buen nivel de inglés, fue otro gran escollo para él ya que durante los primeros meses le costaba mucho entender lo que le decían. Las clases académicas le exigían tal concentración que le dolía la cabeza a partir de la tercera hora de clase.
Con el entrenamiento las cosas no iban mejor. Acostumbrado a entrenar hora y media diaria en Oviedo, se encontró con un modelo de entrenamiento totalmente diferente en el que cada día le machacaban físicamente 3 horas. Yago, que había ido para mejorar sus habilidades y rendimiento veía como no sólo no lo mejoraba, sino que sus marcas iban a peor. El problema es que la estructura deportiva de las universidades americanas responde casi a una disciplina militar, en la que el atleta tiene poco que decir. Yago siguió los planes de entrenamiento al detalle, sin descanso ni protestar, pese a ver que su rendimiento seguía cayendo. Su bajón es tal que su caso es llevado a estudio por los entrenadores para intentar encontrarle una explicación a su decreciente rendimiento. Le piden opinión a Yago y, tras escucharlo, acuerdan bajarle la carga y la duración del entrenamiento. Los resultados comienzan a mejorar y logra meterse en la final universitaria americana, donde superará los 8 metros, en una final en la que 16 de los 17 participantes eran afroamericanos, más fuertes y mayores que Yago.
Sin contar con su opinión los técnicos americanos deciden especializarlo en triple salto, ya que creen que es lo que mejor se ajusta a sus características. Yago no está del todo conforme pero accede y vuelven las cargas de entrenamiento descontroladas. Se lesiona un tobillo, le obligan a competir tocado y se acaba lesionando el otro. Yago empieza a hartarse y, pese a estar contento con sus estudios de informática en los que le restan dos años para acabar, piensa que el trato que se le daba al atleta no era el adecuado, anteponiendo siempre los resultados para la universidad a las necesidades del atleta. Así que en Octubre de 1997 decide regresar a casa, donde se pondrá a las órdenes del entrenador que mejor lo ha comprendido y mejor rendimiento ha sacado de él: Juanjo Azpeitia.
Tras recuperar sus maltrechos tobillos, Yago comienza a centrarse únicamente en la prueba de salto de longitud. Poco a poco va recuperando las buenas sensaciones y la confianza, y los resultados comienzan a llegar. 1999 iba a ser su gran año, el de su confirmación como atleta de élite mundial. Durante los Mundiales de Atletismo en pista cubierta en Maebashi (Japón), aquel joven desconocido de 21 años, osó a destronar al todopoderoso Iván Pedroso. El cubano tuvo que volar hasta los 8,62 metros para superar los 8,56 (récord europeo durante los 10 siguientes años) con los que Yago le forzó a exprimirse hasta el último salto. En Julio de ese mismo año, también gana el oro en el Europeo sub-23 de Goteborg con 8,36 metros. En Setiembre gana la plata en el Mundial de Sevilla, tras otra reñida final con Iván Pedroso, en la que el cubano vuelve a quitarle el oro en su último salto de 8,56 metros.
Con tan solo 21 años Yago había alcanzado la fama mundial. Fue objeto de estudios biomecánicos por gente de su cuerpo técnico en los que, por su fuerza, rapidez y calidad, no se le encontraba techo a su rendimiento. A nivel mediático se convierte en un ídolo, en un fenómeno de masas sin precedentes en la historia del atletismo español. Pero el deporte tiene una cara no tan amable en forma de lesiones, y Yago la sufrió en sus propias carnes. A finales de 1999 se lesiona en la rodilla y, cuando reaparece en competición a mediados de 1999, a sólo 3 meses de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, vuelve a lesionarse en los isquiotibiales. Este percance lastró mucho su puesta a punto para la cita olímpica y tan sólo pudo saltar unos pobres 7,89 metros.
2001 no iba a ser mucho mejor. La cita de los Mundiales de Edmonton (Canadá) se acercaba y las lesiones no cesaban, ahora era la espalda. Cuando parece que yago retoma la forma tras saltar 8,06 en una competición en Guadalajara, una nueva lesión se ceba con él. Lo peor no es que le deja sin Campeonatos de España, es que le deja sin la marca mínima exigida para acudir a los Mundiales de Edmonton 2001. "Ahora ya sé que en la vida se tropieza y cuesta volver a levantarse,(...) Y también, vista la caída, me he dado cuenta de lo alto que estaba" afirmaba Yago por aquel entonces.
Tras aquello, agobiado por la presión mediática, Yago siente que debe cambiar de aires. Así que rompe con su entrenador y se marcha a vivir a Madrid. Allí se pone en manos de Juan Carlos Álvarez, quien estaba convencido de que el atleta asturiano tenía talento y capacidad de sobra para batir el récord mundial. Sin embargo, los resultados no son los esperados y a finales de año Yago decide mudarse a Valencia.
Allí se podrá a las órdenes de Rafa Blanquer, uno de los entrenadores más prestigiosos de la época y con el que entrenaban dos grandes saltadoras como Niurka Montalvo (Campeona del Mundo) y Concha Montaner (Subcampeona de Europa). "Todo ha sido muy rápido. Yago me llamó a principios de semana y me dijo que quería prepararse conmigo. Para mí es un reto entrenar a Yago, que ha pasado un calvario desde que se lesionó en 1999" afirmaba su nuevo entrenador.
2002 va a ser el año del resurgimiento de Yago. A principios de año se hace con la plata en el Campeonato de Europa de pista cubierta en Viena, con 8,17 metros. Unos meses más tarde en el Europeo de Munich se hace con el bronce tras alcanzar 7,99 metros. No es la mejor versión suya pero sabe que está en el buen camino. Sin embargo, la presión mediática se ceba con él y le exige más que a ningún otro atleta. Parece que todo lo que no sea un oro es un fracaso y eso le genera malestar a Yago.
En 2003 Yago vuelve a alcanzar el nivel que tuvo en 1999. Es poseedor de la mejor marca mundial, está en un estado de forma envidiable y es firme aspirante a arrebatarle el oro a Iván Pedroso. "Estoy en el mejor momento de mi vida. Nunca me he encontrado tan bien. Vengo aquí a ganar" afirmaba. En el Mundial de Pista Cubierta de Birmingham (Reino Unido) la mala suerte se vuelve a cebar con él. El norteamericano Dwight Philips le arrebata el oro, con un salto de 8,29 metros, por tan sólo un centímetro. Y en el Mundial al aire libre de París (Francia) de nuevo se le escapa el oro, esta vez por diez centímetros. El norteamericano Dwight Philips (8,32 metros) y el jamaicano James Beckford (8,28 metros) fueron ligeramente mejores que él.
Pero aquello fue tan sólo un espejismo porque a principios de 2004, año en el que Yago tenía marcado en rojo los Juegos Olímpicos de Atenas, empezó a sentir molestias en el tendón de Aquiles. Con el paso de los meses las molestias no remiten, e incluso aumentan, lo que le va a impedir llegar en plena forma a Grecia. Tiene que ser infiltrado para poder competir y aún así alcanza la final olímpica, donde el norteamericano Dwight Philips volvería a ganar y su compañero Joan Lino daría la sorpresa al hacerse con el bronce.
A finales de 2004 Yago se marcha a Finlandia donde se pondrá en manos del prestigioso médico Sakari Oriva para tratar su maltrecho tendón. "Estoy bien. Estoy contento porque por lo menos ya no voy a tener problemas cuando vuelva a competir. Han sido casi seis meses de dolores y molestias que no me dejaban estar nunca al cien por cien" afirmaba tras ser operado. Renuncia al Europeo Indoor de Madrid 2004 para seguir su rehabilitación y fija su objetivo en el Mundial de Helsinki 2005. "Sin duda éste será mi gran objetivo de la temporada y estoy convencido de que llegaré allí en perfectas condiciones para hacerlo bien", pero nunca más volvería. Aquel 2005 se convirtió en un auténtico calvario con su maltrecho tendón y remataría con un accidente de trafico a finales de año.
Los años siguientes no iban a ser mejores. En 2007 de nuevo regresa a Finlandia para una nueva operación, ahora por tendinosis. Tiene la ilusión de poder competir en los Juegos Olímpicos de Londres 2008. Vuelve a ponerse en manos de Juanjo Azpeitia y parece que retoma la senda de los buenos resultados. "Me siento bien. Las piernas me responden y creo que aún estamos a tiempo de hacer cosas importantes. Vamos a intentarlo, a tope". Y el propio entrenador Juanjo Azpeitia no era menos optimista: "Estamos dispuestos a agotar todos los medios para alcanzar la mínima olímpica". Lo intentaron por todos los medios pero las lesiones seguían ahí y en 2008, tras romperse un gemelo entrenando, Yago decide abandonar el atletismo.
A partir de entonces, y como le ocurre a muchos deportistas, a Yago le cuesta dejar atrás una vida que giraba en torno al alto rendimiento deportivo. Se planteó retomar sus estudios de informática, pero acabó estudiando para piloto de helicóptero. Sin embargo, no pudo concluirlo ya que la empresa que lo impartía quebró y lo dejó tirado. También probó con otras especialidades deportivas como el surf o el snowboard.
En 2011 le fue diagnosticada una fuerte depresión, por la que tuvo que ser ingresado en el Hospital de San Agustín de Avilés durante seis días. Poco a poco fue mejorando de su enfermedad e incluso parecía recuperar la ilusión por el deporte cuando decidió formarse para ser entrenador nacional de atletismo. "Sí, estuve un poco chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado muy rápido. El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importante es levantarte y seguir luchando. Y eso es lo que voy a hacer ahora, luchar para superar esto lo más rápidamente posible" recordaba Yago. Pero de nuevo la desgracia volvió a cebarse con él ya que sufrió un infarto de corazón mientras dormía en su casa. Con 36 años se nos fue uno de los mejores deportistas que ha dado nuestro país.
En su honor el Ayuntamiento de Avilés le cambió el nombre al complejo deportivo de El Quirinal, pasando a llamarse ahora como Estadio de Atletismo Yago Lamela. También, en Oviedo, el pabellón polideportivo de La Carisa pasó a llamarse como Polideportivo Municipal Yago Lamela.
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