Iñaki Ochoa de Olza Seguin Nació en Pamplona (Navarra) el 29 de mayo de 1967. Desde pequeño crece en un ambiente muy vinculado al deporte, ya que su padre trabajaba como monitor en un gimnasio. De todas las actividades que allí se ofertaban, el judo es la que más le atrae a Iñaki en su infancia. Pero no era la única actividad física que realizaba ya que los fines de semana toda la familia Ochoa se iba de monte. Sin querer, aquello fue acercando inconscientemente a Iñaki a las actividades físicas en el medio natural. Todo le gustaba, el senderismo, la escalada, el esquí, las carreras de montaña... Con tan sólo 10 años completó la primera ascensión de cierta dificultad para alguien de su edad en los Pirineos, el Lakartxela de Belagua (1.935 metros). Desde la cima, pudo contemplar el Pico de los Buitres y el Pico Ori, pero, sobre todo, descubrió la increíble sensación, que le atrapó siendo un niño, de tener el horizonte bajo sus píes. Todo aquello, unido al regalo que le hace su padre cuando Iñaki apenas contaba 13 años, el libro "Everest sin oxígeno" del alpinista italiano Reinhold Messner, marcaría un antes y un después en su forma de ver y entender la vida. Durante muchos meses leyó y releyó el libro dos veces por semana. Con él, "yo encontré a la montaña y la montaña me encontró a mí" decía Iñaki.
Durante los siguientes años la pasión de Iñaki por el montañismo y la escalada no para de crecer. Al mismo tiempo que completa sus estudios de Filosofía en la Universidad de Navarra, comenzó a realizar sus primeras rutas y escaladas de cierto nivel por las cimas más complejas del Pirineo. Cuanta más dificultad entrañaba el reto, más crecía en su interior el deseo de alcanzar las cotas más altas y por escalar las paredes más complejas. Todo aquello le proporcionaba a una sensación de libertad que muy pocos alcanzaban a entender. "La escalada ha rescatado mi vida de las garras de una existencia burguesa, mediocre o insignificante, o todo ello a la vez. Aunque haya quién piense que sólo somos niños malcriados de una sociedad decadente, yo no lo creo así, y sólo espero el momento de subir bien alto para mirar una vez más con infinita libertad dentro de mí, y para robarles energía a estas montañas sin par que me alimentan y enriquecen cada vez más. Esta vida, que yo mismo he elegido, me llena profundamente" decía Iñaki.
En 1983 asciende el pico Aneto (3.404 metros), la cima más alta de los Pirineos. Dos años más tarde asciende el mítico Mont Blanc (4.810 metros), la cima más alta de los Alpes. En 1988, con apenas 21 años, centra su objetivo en uno de los sueños dorados de cualquier escalador que se precie: el Parque Natural de Yosemite (EEUU). En las infinitas paredes de granito que componen el coloso californiano completa varias vías de escalada, entre ellas la conocida como El Capitan (914 metros de altura en vertical), considerada hasta hace medio siglo como imposible de escalar por su complejidad y longitud. Ningún reto se le resiste a Iñaki y, cada vez que consigue uno, ya está pensando en el siguiente. "La élite siempre buscará nuevas rutas, escaladas invernales, exprés, solitarias o una combinación de todas ellas" decía. Incluso, con su particular visión de la vida, relativizaba el riesgo de sufrir accidentes durante sus expediciones porque "Yo asumo el riesgo de una manera muy sencilla. Sé que la vida la voy a perder igualmente, un día u otro, así que no me compensa cambiar de dirección supuestamente para ganar más días".
En 1990 se centra en perfeccionar su técnica de escalada, primero en Riglos (Huesca) y Etxauri (Navarra), y finalmente la cascada de hielo del mítico glaciar Couloir de Gaube (Pirineo francés). Su fortaleza física, destreza y conocimiento a la hora de atacar las cimas lo coloca a la altura de la élite nacional. Para entonces ya domina todas las rutas clásicas de los Pirineos y los Alpes. Se siente preparado para retos mayores, por lo que sus miras se centran en las cimas del Himalaya y el Karakórum, donde se encuentran los 14 ochomiles que hay en la tierra. Así, con 22 años es seleccionado para formar parte de la Expedición Navarra Kanchenjunga 90. Con la ayuda de alpinistas polacos, un grupo de navarros trata de coronar la tercera cima del mundo, el Kanchenjunga (8.586 metros). Iñaki será el único que no logra alcanzar la cima, quedándose a escasos 300 metros de su objetivo, a consecuencia de una congelación en su ojo que le obligó a dar la vuelta. Pese a ello, aquel viaje fue para él como un amor a primera vista. "Al Himalaya no se vuelve. Cuando has venido aquí por primera vez, él se queda contigo para siempre. Habita en ti como una costumbre, quizás como un virus, siempre como una necesidad. Puedes escapar a ratos hacia casa pero, el resto del tiempo, tú le perteneces".
En esa época Iñaki comienza a trabajar como instructor en la Escuela Navarra de Alta Montaña y también como guarda en el refugio de Belagua. Pero en 1993 lo deja todo para convertirse en lo que todo aficionado a la montaña sueña, ser alpinista profesional. Mucha gente nunca logró entender esta particular filosofía de vida. Sin embargo, Iñaki siempre lo tuvo muy claro al respecto: "Dicen los psiquiatras que nosotros los alpinistas, y más concretamente los himalayistas, sufrimos un síndrome que incluso tiene su nombre científico, el “Complejo de Peter Pan”. Nuestro irremediable mal nos hace regresar siempre a los mismos sitios, buscando esa eterna juventud a través de aventuras extremas y, a ojos de los demás, inútiles. Los que supuestamente padecemos semejante desfase siempre estamos haciendo cosas propias de lunáticos, como pilotar aviones o escalar montañas. Además según ellos, siempre nos caracteriza el ser soñadores y huidizos, escapando constantemente de eso que ellos mismos definen como realidad. ¿Qué quieren que les diga? Yo soy feliz aquí, en mi tierra de Nunca Jamás, y si se deja o descuida por un instante lo único que quiero es subirme al Annapurna, y después bajar". Y lo cierto es que a Iñaki no le fue nada mal. En su nuevo rol de alpinista profesional trabajó como fotógrafo, cámara de altura, guía de alta montaña... escribió libros sobre la montaña, participó en expediciones de prestigiosos programas como "Al filo de lo imposible" y cadenas como "National Geographic". Fue testigo directo de accidentes, la mayoría de ellos mortales, de compañeros de expedición, e incluso de alguno propio que casi le cuesta la vida (en 1994 tuvo una caída de más de 70 metros en la que, milagrosamente, sólo se fracturó varias costillas y el brazo).
En sus 19 años como alpinista Iñaki consiguió coronar 12 de los 14 ochomiles (abajo puedes verlos pinchando el enlace a google earth), resistiéndosele únicamente el Kanchenjunga y el Annapurna.
- 1993 Cho Oyu (8.201 metros), la sexta montaña más alta de la tierra.
- 1995 Shisha Pangma (8.014 metros), la decimocuarta montaña más alta.
- 1996 Gasherbrum I (8.068 metros), decimoprimera cima más alta.
- 1996 Gasherbrum II (8.035 metros), decimotercera cimas más alta.
- 1999 Lhotse (8.516 metros), la cuarta montaña más alta.
- 2001 Everest (8.848 metros), la cima más alta.
- 2003 Nanga Parbat (8.125 metros), la novena cima más alta.
- 2003 Broad Pike (8.051 metros), la decimosegunda montaña más alta.
- 2004 Makalu (8.462 metros), la quinta montaña más alta.
- 2004 K2 (8.611 metros), la segunda montaña más alta.
- 2006 Manaslu (8.163), la octava montaña más alta
- 2006 Shisha Pangma (8.014 metros), la decimocuarta montaña más alta.
- 2007 Dhaulagiri (8.167 metros), la séptima cima más alta.
Tomó parte en 30 expediciones al Himalaya (6 no patrocinadas, 11 patrocinadas y 13 como trabajador, bien de cámara de altura o bien de guía). Dió más de 200 charlas, conferencias y proyecciones audiovisuales. Por encima de 8.000 metros estuvo 29 veces y en 1995 se convirtió en el primer español en subir un ochomil en 24 horas. Pero si por algo destacó Iñaki fue por su lado humano y solidario. En la montaña porque era el primero en salir al rescate y ayuda de compañeros o sherpas accidentados, aún cuando no tocaba ni eran miembros de su expedición. Y fuera de ella porque no sólo se preocupó por conocer las necesidades de las gentes que vivían en los pueblos más remotos del sistema del Himalaya, sino que también buscó cómo satisfacerlas. Para ello puso en marcha una campaña con la que reunir dinero y crear un orfanato en Katmandú, un hospital en infantil en Pakistán y una escuela en Dharamsala. Hoy en día, todo esto lo lleva la Fundación Iñaki Ochoa de Olza - SOS Himalaya.
El 23 de mayo del 2008 Iñaki fallecía por un edema pulmonar y otro cerebral mientras intentaba coronar la cara sur del Annapurna, una de las rutas más letales donde mueren el 40% de los alpinistas que lo intentan escalar. La historia de su rescate, toda una lección de compañerismo y valores, ya forma parte de los anales de la historia del deporte (lo puedes ver en sendos documentales de TVE y Canal +). La noticia de que la vida de Iñaki corría serio peligro a 7.400 metros de altura movilizó a 14 de los mejores himalayistas del mundo que, poniendo su vida en peligro, no dudaron ni un segundo en acudir al auxilio de su compañero. Tampoco faltaron los mejores sherpas de altura del Nepal, que incluso llegaron a movilizar dos helicópteros. Iñaki perdió la vida haciendo lo que más amaba, y siendo fiel a sus principios y valores. Vivió asumiendo el riesgo de una manera muy sencilla porque creía que "en esta sociedad no estamos preparados para la muerte. La muerte es lo que rompe radicalmente nuestro confort y nuestra seguridad, que es la vida. La vida, sin la muerte no tiene sentido".
Lejos de buscar la fama, salir en los medios u ostentar récords por los que quedara en los anales de la historia del alpinismo, Iñaki buscaba sobre todo el disfrute que le aportaban las montañas. "Queremos disfrutar de la montaña y de los amigos. De la propia escalada. Y volver a casa enteros, si puede ser. Tampoco como grupo queremos hacer nada nuevo, nada que salga en las revistas y en los libros, y que pase a la historia del alpinismo. Nada que haga que la gente nos mire como a héroes. ¿Quién es tan vanidoso que necesita algo así? (...) Me preocupan bien poco las nuevas rutas y los currículos repletos, ni siquiera sueño con ser alpinista profesional". Y es por esta razón por la que Iñaki siempre se mostró muy crítico con el uso de bombonas de oxígeno y medicamentos que contrarresten los efectos de la altura durante la escalada. "Si usas oxígeno entonces no eres un alpinista, eres un astronauta o un buzo. (...) En el tema de oxigeno yo soy muy radical. Nosotros buscamos ver hasta donde llegan nuestros cuerpos, disminuir una montaña mediante el oxigeno es como hacer el Tour de Francia en motocicleta. No se le ocurriría a nadie".
Si estás interesado en conocer un poco más a fondo la vida de Iñaki Ochoa de Olza, tienes a tu disposición su libro "Bajo los cielos de Asia" dentro del #PLEIEF
Imágenes: Deia, Desnivel y SOS Himalaya
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