El zumo de naranja natural por las mañanas en el desayuno es una tradición en muchas casas. Hubo una época en la que los zumos industriales intentaron suplantar su lugar, haciéndonos creer que era casi lo mismo, pero hoy en día sabemos que son sólo azúcar. No obstante, la industria no cejará en su empeño de acercarnos a su producto y renovará la publicidad con frases como: "sin azúcares añadidos" (como si el zumo ya de por sí llevase pocos, como para echarle más aún), "zumo 100% exprimido", "con toda su pulpa", "fruta y fibra"... No hace falta más que echar una ojeada a los zumos industriales de cualquier supermercado para darse cuenta de que la inmensa mayoría cumplen y publicitan estos detalles. Y más de uno dirá que lo de que los zumos industriales son sólo azúcar es un mito.
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe sobre el azúcar en el que los zumos, naturales o industriales, salían muy malparados. Todos, sin excepción, con azúcar añadido o sin él, caseros o industriales, se metabolizan como si estuviésemos bebiendo azúcar. Parecía una incongruencia que si te recomiendan tomar fruta, incluso hasta 5 piezas al día, cómo no te van a recomendar tomar su zumo natural. ¿Qué puede cambiar de que nos comamos una naranja pelada a una exprimida en el momento?. Pues bien, estudios científicos demostraron que cuando exprimimos una pieza de fruta, al sacar el zumo eliminamos gran parte de la fibra (la gran ralentizadora del metabolismo de la fructosa, glucosa y sacarosa presente en la fruta), por mucho que le echemos la pulpa. Esto hace que nuestro organismo lo metabolice de forma diferente, tan diferente que el azúcar que contiene la fruta de forma natural acaba convirtiéndose en azúcar libre (como el azúcar de mesa). Por mucho que nos cueste creerlo, nuestro organismo no distingue el azúcar de un zumo de naranja que el de una bebida de color naranja con azúcar añadida en él.
La diferente saciedad que nos proporcionan 3-4 naranjas en función de si las tomamos en zumo o enteras para desayunar, nos da otra pista. Las calorías que ingerimos bebiendo y comiendo son las mismas, pero no nos sacian de igual manera: mientras un zumo lo tomamos sin problema para desayunar, las 3-4 naranjas enteras no las terminaríamos sin empacharnos. Es tan importante lo que ingerimos como cómo lo ingerimos, por eso lo ideal es comer fruta, no beberla. Y si queremos beberla, en tal caso una opción saludable es meter la pieza entera en la batidora y tomándola como si fuese un batido.
Pero no demonicemos el zumo, que tiene cosas positivas como el aporte de vitaminas. Vitaminas que, por mucho que nos digan lo contrario, no se evaporan ni se estropean incluso horas después de exprimir la fruta. Así que, si te apetece, claro que puedes tomarte un zumo pero sabiendo que no es el alimento más saludable del mundo como nos hacen creer, sino como algo placentero.
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe sobre el azúcar en el que los zumos, naturales o industriales, salían muy malparados. Todos, sin excepción, con azúcar añadido o sin él, caseros o industriales, se metabolizan como si estuviésemos bebiendo azúcar. Parecía una incongruencia que si te recomiendan tomar fruta, incluso hasta 5 piezas al día, cómo no te van a recomendar tomar su zumo natural. ¿Qué puede cambiar de que nos comamos una naranja pelada a una exprimida en el momento?. Pues bien, estudios científicos demostraron que cuando exprimimos una pieza de fruta, al sacar el zumo eliminamos gran parte de la fibra (la gran ralentizadora del metabolismo de la fructosa, glucosa y sacarosa presente en la fruta), por mucho que le echemos la pulpa. Esto hace que nuestro organismo lo metabolice de forma diferente, tan diferente que el azúcar que contiene la fruta de forma natural acaba convirtiéndose en azúcar libre (como el azúcar de mesa). Por mucho que nos cueste creerlo, nuestro organismo no distingue el azúcar de un zumo de naranja que el de una bebida de color naranja con azúcar añadida en él.
La diferente saciedad que nos proporcionan 3-4 naranjas en función de si las tomamos en zumo o enteras para desayunar, nos da otra pista. Las calorías que ingerimos bebiendo y comiendo son las mismas, pero no nos sacian de igual manera: mientras un zumo lo tomamos sin problema para desayunar, las 3-4 naranjas enteras no las terminaríamos sin empacharnos. Es tan importante lo que ingerimos como cómo lo ingerimos, por eso lo ideal es comer fruta, no beberla. Y si queremos beberla, en tal caso una opción saludable es meter la pieza entera en la batidora y tomándola como si fuese un batido.
Pero no demonicemos el zumo, que tiene cosas positivas como el aporte de vitaminas. Vitaminas que, por mucho que nos digan lo contrario, no se evaporan ni se estropean incluso horas después de exprimir la fruta. Así que, si te apetece, claro que puedes tomarte un zumo pero sabiendo que no es el alimento más saludable del mundo como nos hacen creer, sino como algo placentero.
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