Emil Zatopek nació en Koprivnice (República Checa) en 1922 en el seno de una familia humilde. No tuvo una infancia fácil y pasó muchas necesidades. Sus padres se desvivían para trabajar y poder ganar algo de dinero con el que mantenerle a él y sus 7 hermanos. En su barrio sufrió el desprecio de sus compañeros por su complexión extremadamente delgada y enclenque, y por su voz de pito, llegando a confundirle con una niña pequeña. Además, como muchas personas que no practican deporte -algo que consideraba una pérdida total de tiempo y dinero- durante su infancia, era una persona muy descoordinada, algo que no logrará corregir del todo ni en su mejor etapa de deportista. Tan solo se le veía muy ocasionalmente jugar al fútbol con sus amigos, cuando no le quedaba otro remedio, y siempre descalzo para no estropear el único par de zapatos que tenía.
Todo esto fue forjando el carácter de Emil, que se convirtió en una persona muy observadora, lo que, unido a su gran inteligencia, le permitió ser un destacado autodidacta el resto de su vida. Y aprovechando este don, una vez acabada la educación básica en su localidad natal, su sueño es formarse para ser maestro. Pero la economía familiar es muy limitada y no hay dinero para poder costear sus estudios universitarios. Así que Emil decide ir preparando su acceso al mundo laboral como aprendiz en la escuela profesional de zapateros en la localidad vecina de Zlin.
En la fábrica, además de formar profesionalmente a sus aprendices, también les fomenta la práctica de dos actividades deportivas, el fútbol y el atletismo. Emil tenía claro que para el equipo de fútbol, al que se le presumía cierto nivel y que iba compitiendo por toda Checoslovaquia, no iba a ser seleccionado. Pero para el de atletismo, que organizaba una carrera popular anual para sus trabajadores y aprendices, no lo tenía tan claro. Así que, para curarse en salud decide fingir que está malo para ver si le libran de tomar parte en ella, pero no cuela. Además, se da la casualidad de que Checoslovaquia acaba de ser invadida por la Alemania nazi y esa prueba iba a ser utilizada por la máquina de propaganda nazi para demostrar la superioridad de la raza aria sobre los eslavos. Emil corre la prueba a regañadientes pero, durante ella, siente que se despierta algo en su interior que le lleva a pensar única y exclusivamente a ganar la prueba. No la gana pero entra en 2º lugar, dejando detrás suya a varios de los mejores atletas alemanes.
Emil pasa a formar parte del equipo de atletismo de la fábrica. Continúa sin ganar pruebas pero sigue cosechando buenos resultados. Hasta que un día conoce a uno de los mejores atletas checoslovacos por entonces, Jan Haluza. Éste le cambia su dieta, su estilo de vida y, sobre todo, le enseña los métodos de entrenamiento de la resistencia fraccionados, que más tarde el propio Emil perfeccionaría. Con ello, la forma en la que Emil se plantea sus entrenamientos cambia radicalmente. Se pasa horas observando a los mejores entrenadores y cuestionándose si, cuando se cree que las cosas se están haciendo bien, realmente se están haciendo mal. Las cargas son se vuelven más duras, prioriza el trabajo del ritmo de carrera sobre el de la técnica de carrera. Las críticas comienzan a llegar por sus gestos faciales cuando corre o por su mala técnica de carrera, a lo que Emil responde "correré con una técnica perfecta cuando comiencen a juzgar las carreras por su belleza, como en el patinaje artístico. Mientras tanto, sólo quiero correr lo más rápido posible". Tres años después de su debut comienzan a llegar las primeras victorias en competiciones nacionales y los primeros récords, batiendo hasta 3 en tan sólo 16 días.
Tras la liberación de Checoslovaquia del yugo nazi, llega la época de la República Socialista Checoslovaca. Durante este periodo en un bombardeo la fábrica donde trabajaba es destruida y a Emil no le queda otro remedio más que buscarse la vida. Así que decide alistarse en el recién creado ejercito de su país. Sin quererlo, encuentra un lugar ideal para poder llevar a cabo entrenamientos de gran calidad porque, además de disponer de más tiempo para ejecutarlos y planificarlos, cuenta con el beneplácito de sus mandos superiores. Mientras avanza su carrera militar, siguen cayendo las victorias y los récords nacionales, lo que le llevará a competir por primera vez en competiciones internacionales.
En 1946 debuta en los Campeonatos de Europa de Oslo ante la flor y la nata de las pruebas fondo. En una carrera loca marcada por caídas de los favoritos, y por constantes cambios de ritmos y de posiciones Emil, acostumbrado a hacer su carrera sin muchas complicaciones, paga su inexperiencia y termina en quinto puesto tras acariciar hasta los últimos instantes las medallas. En las siguientes carreras en Berlín y Londres, lleva la lección bien aprendida, no deja lugar a la duda y gana con total autoridad. Los éxitos no se le suben a la cabeza, así afirmaba que "el verdadero éxito no está en ganar las medallas, sino en superar tus propias limitaciones. El espíritu humano es capaz de conseguir cualquier desafío si se lo propone. La verdadera fuerza radica en la capacidad de continuar cuando crees que no puedes más".
Emil Zatopek y su gran rival, el francés Alan Mimoun |
Los Juegos Olímpicos de Londres 1948 serán su primera gran cita mundial. En su estreno en el 10.000 consigue el primer oro olímpico de la historia para su país, dejando al segundo clasificado a 48" de distancia, y su primer récord olímpico. Es tras esta hazaña cuando la prensa le pone el apelativo de "la locomotora checa". En la prueba de 5.000 metros, Emil se confía y, tras un desgaste previo tan estéril como incomprensible, llega a la parte final de la prueba exhausto y lo paga cediendo el oro ante el belga Gaston Reiff. Con sus dos medallas es recibido como un héroe nacional por el dictador comunista checo en el castillo de Praga. Sin embargo, Emil empezó a ver cosas que no le gustaban en el comunismo, como por ejemplo que su amigo y ex-entrenador, Jan Haluza, fuera condenado a trabajos forzados por oponerse a las políticas llevadas a cabo por la dictadura comunista.
En los años siguientes Emil seguirá compaginando su profesión militar, donde ya alcanzará el grado de coronel, con la competición deportiva. Empieza a alternar carreras de 5.000 y 10.000 metros, en las que batirá el récord mundial en repetidas ocasiones. Sus sistemas de entrenamiento comienzan a ser estudiados al detalle por sus rivales, e incluso es el protagonista de algún documental. Pero no todo es un camino de rosas para Emil, ya que también tiene alguna lesión de cierta importancia. E incluso, a pocos meses de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, pasó un proceso vírico severo que le dejó muy débil, privándole de entrenar durante varias semanas, llegando a poner en serio peligro su participación durante la cita olímpica en tierras finesas.
A seis semanas de comenzar la competición olímpica, la Unión Soviética organiza una concentración en Kiev para los mejores deportistas de los países comunistas. Emil, gran favorito para ganar los 5.000 y los 10.000 metros es uno de los elegidos para aprovecharse del gran despliegue de medios científicos, médicos, tecnológicos..., sin escatimar gastos, con los que el gobierno comunista pretende afinar la puesta a punto de sus deportistas y los de sus aliados. Ganar al bloque capitalista ya no es una prioridad, es mucho más que eso. Es una obligación.
Emil trabaja con profesionales muy cualificados y a la vanguardia en campos tan variados como los sistemas de entrenamiento, la biomecánica, o la medicina del deporte. De entre todos los avances e instrumentos destacaba una innovadora plataforma que medía el impulso de la pisada de los atletas durante la carrera. Un dato muy valioso y que, junto a la frecuencia de la zancada, son claves en el rendimiento del corredor de élite. Había mucha expectación en conocer los resultados obtenidos por Emil en aquellos innovadores test sobre la pisada. El resultado, que a día de hoy sigue sin publicarse, fue desconcertante. De entre más de doscientos atletas testados, el peor impulso de pisada correspondía a Emil. Aquel resultado cayó como un jarro de agua fría sobre los científicos y el propio Emil. Por si hubiese ocurrido algún tipo de error en el protocolo o en la medición se repitió y revisó la medición. Quiso contentar a los científicos y realizó el mayor impulso posible. El resultado fue el mismo.
Los test realizados en carreras tampoco son los esperados y ponen de manifiesto que Emil está lejos de su mejor forma. Se llega a plantear renunciar a los Juegos Olímpicos, pero Emil no se viene abajo tan fácilmente. Era consciente de que para el atletismo tenía menos condiciones naturales que la mayoría de sus rivales pero también de que su vida había sido una historia de lucha y superación. Así que, unas semanas después, Emil acude a los campeonatos nacionales en donde mejora sus sensaciones de forma notable y se vuelve a mostrar intratable.
Poco antes de partir a Helsinki, de nuevo peligra la participación en Emil en la cita olímpica. Esta vez no tiene nada que ver con lo que ocurre en las pistas de atletismo, sino más bien por motivos políticos. Todo estalla cuando el atleta Stanislav Jungwirth, es apartado del equipo olímpico porque su padre había sido acusado de repartir propaganda contra el régimen comunista checoslovaco. Por aquel entonces el dictador comunista checoslovaco tenía por costumbre, ante el riesgo de fuga a países capitalistas, castigar a los deportistas críticos con su gobierno con penas de cárcel y trabajos forzados. Con estas medidas advertía a los futuros disidentes de lo que les iba a esperar si iban contra el comunismo, pero con Emil no se atreve. Sabe que es una de las estrellas deportivas mundiales del momento y un éxito deportivo asegurado para su país. Así que le deja ir junto con el amnistiado Jungwirth pero se la guarda y, a la vuelta de los juegos, será juzgado por insubordinación.
Tras todo este escándalo con su gobierno, Emil llega mucho más tarde que sus rivales a la cita olímpica. La primera prueba es el 10.000, prueba que gana con gran autoridad doblando a todos los participantes menos al francés Mimoun. A los cuatro días, tras disputar las eliminatorias, corre la prueba de 5.000 metros, en donde consigue su segundo oro. Y, sobre la marcha, decide inscribirse en la maratón, prueba que tendría lugar tres días más tarde y que nunca había corrido ni preparado. Y en esta prueba Emil completa una de las mayores gestas de la historia de los Juegos Olímpicos, al alcanzar su tercer oro en tan sólo una semana. Las imágenes del estadio entero, con 70.000 personas en las gradas, coreando su nombre mientras completaba la última vuelta, dieron la vuelta al mundo. Al regresar a Checoslovaquia sus acusaciones por insubordinación se olvidan y es recibido con todos los honores por los políticos y militares. Incluso es ascendido a mayor del ejército.
En los años siguientes Emil, ya superando la treintena, iniciará un lento pero imparable declive. Además apareció una generación de jóvenes atletas de los países comunistas, moldeados en base al método el propio Emil había desarrollado, que venían pisando fuerte y que comenzaron a ganarle carreras. Así que con 34 años Emil decide retirarse para dedicarse a su trabajo en el Ministerio de Defensa.
En 1968 Emil, como millones de checoslovacos, harto de la dictadura comunista y de la falta de democracia y libertades, fue uno de los que apoyó la llamada "Primavera de Praga". Tomó un papel activo en todo este proceso, pegando carteles de protesta, dando mítines, informando a la comunidad internacional sobre la invasión militar por parte de la Unión Soviética que estaban sufriendo... incluso llegó a dialogar con los oficiales del ejército soviético invasor para intentar persuadirles de su empeño. Pero todo esfuerzo fue estéril. Emil fue estrechamente vigilado por los servicios secretos soviéticos de la temida KGB, quienes le amenazan con represalias si sigue mostrándose públicamente contrario al comunismo. Pero Emil no se calla. Acude a los Juegos Olímpicos de México 1970 como invitado de honor y allí pide que no se le deje participar a la Unión Soviética por la invasión de Checoslovaquia. A su regreso, después de los Juegos Olímpicos, a Emil se le retira su graduación militar y se le expulsa del ejército. Se le priva de cualquier contacto con gente del exterior y comienza a orquestarse una campaña de desprestigio hacia él. Emil no se asusta y continúa movilizándose contra la dictadura comunista. Entra en contacto con movimientos estudiantiles y critica públicamente los despilfarros estatales en material bélico, en lugar de invertirlo en educación. Le ofrecen salir clandestinamente del país para pedir asilo político en el extranjero, pero Emil se niega. Es juzgado por un tribunal militar que le condenará a perder todos sus ingresos y a trabajar, primero como barrendero y después a trabajos forzados en las minas, durante el resto de su vida. Y por si esto fuera poco, para culminar su humillación, su nombre se elimina de todos los libros e instalaciones deportivas checoslovacas.
La presión ejercida sobre Emil y los trabajos forzados se verán reflejado en un gran deterioro físico, acentuado por el consumo excesivo de alcohol. En 1973 un Emil al límite, en una acto de supervivencia pura y dura, renuncia públicamente a sus manifestaciones antigubernamentales realizadas durante la primera de Praga y se alinea con los planteamientos de la dictadura comunista. De esta forma, Emil deja de ser un problema político y poco a poco irá recobrando algunas de sus libertades más básicas, como reunirse con sus amigos y familiares. Incluso se le asigna un modesto trabajo en un centro de documentación deportiva.
Con la Revolución de Terciopelo en 1989 Checoslovaquia recupera la libertad y el estado salda una deuda histórica con él, rehabilitándolo en su grado militar y reconociéndole todos sus méritos deportivos. Muere en el año 2000 y es enterrado con todos los honores de estado. Detrás de si deja 18 récords del mundo (único fondista de la historia que logró batirlo en todas las distancias), 4 oros olímpicos, un estilo de correr espectacular e inconfundible y, sobre todo, una nueva metodología de entrenamiento que sentó las bases del entrenamiento moderno. El tiempo así lo ha demostrado y no hay ningún atleta de élite en la actualidad cuyo planning de entrenamiento no esté influenciado por sus sistemas interválicos. Y es que como dice el famoso entrenador Fred Wilt "Antes de Emil Zatopek, nadie se había dado cuenta de que hubiese sido humanamente posible entrenar tan duro". "Para mí y para muchos otros, simplemente era mucho más de lo que podíamos soportar" recuerda Roger Banninster, una de las liebres más famosas y partícipe de varios récords. Como reconocimiento a su talento y deportividad, el Museo Olímpico de Lausana (Suiza) le hizo una estatua en su entrada, siendo el único deportista de la historia que goza de semejante honor.
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