jueves, 7 de noviembre de 2024

¿Qué fue de... Bob Beamon?

Robert "Bob" Beamon nació el 29 de agosto de 1946 en en Nueva York (Estados Unidos). No tuvo una infancia fácil, sobreviviendo en medio de una familia desestructurada con un ambiente que distaba mucho de ser el ideal para sacar adelante una familia. Su padre biológico, un maltratador declarado, amenazaba constantemente a su madre con matarlos si se iban de su casa. Los ingresos familiares eran escasos y sobrevivían a duras penas con las ayudas prestadas por la 
New York City Housing Authority (una entidad pública que se encarga de proporcionar viviendas decentes y asequibles a aquellos neoyorkinos con ingresos bajos). Con el paso de los años los problemas del joven Bob no paran de crecer a pasos agigantados. Con tan sólo 6 años, ve cómo su padrastro es arrestado e ingresa en la cárcel, y también pierde a su madre, afectada por una tuberculosis. Como no tenía a nadie que se hiciera cargo de su tutela, desde entonces pasa a estar en manos de su abuela materna. 

La falta de su madre deja un gran vacío en Bob, algo que le va a costar mucho superar. En su ansia por llamar la atención, se convierte en un joven muy movido y en el gracioso de la escuela. Gracias a los esfuerzos de su abuela para que no abandonase los estudios Bob ingresa en el Instituto de Jamaica, uno de los más conflictivos del distrito neoyorkino de Queens. "Mi instituto era una jungla. Tenías que estar alerta constantemente, listo para pelear o correr. Si te unías a alguna de las pandillas, podías escapar de cualquier daño, pero también podías tener problemas el resto de tu vida. Si te portabas bien, tenías muchas posibilidades de que te agrediesen todos los días. Así que me dediqué al baloncesto, y creo que eso me salvó de ser destrozado. El baloncesto es algo muy importante en Nueva York. Si eres bueno en eso, todo el mundo te respeta. Nadie querría arruinar tu ojo o tu brazo para poder lanzar a canasta". Y mientras jugaba al baloncesto, por una de esas casualidades de la vida, fue observado por Larry Ellis, uno de los entrenadores más prestigiosos de la época. Larry quedó prendado del talento que atesoraba Bob para destacar en el atletismo, así que le propuso probar con la prueba de salto de longitud. Bob accedió y resultó que en atletismo era mucho más bueno que en baloncesto. Así que a Larry no le costó mucho convencerlo para que se uniese a su equipo del instituto.

En 1965, con 19 años recién cumplidos, ya era el segundo mejor saltador de longitud de todo Estados Unidos. También fue incluido en la lista de
All-American (lista honorífica con los 10 mejores saltadores amateur del momento). Gracias a ello, consiguió una beca deportiva para ingresar en la Universidad de Carolina del Norte y allí estudiar Ingeniería Agrícola. No era un sitio que le agradase especialmente pero priorizó este centro por estar cerca de su abuela, gravemente enferma. Cuando esta falleció, pidió el traslado a la Universidad de Texas-El Paso, una de las grandes potencias universitarias norteamericanas en atletismo. Allí Bob experimentó grandes mejoras en su velocidad y en su técnica de salto, especialmente en su fase aérea. Sin embargo no todo iba lo bien que cabría esperar. Cuatro meses antes de los Juegos Olímpicos de México 1968 Bob fue expulsado, junto a otros compañeros, de la Universidad de Texas-El Paso tras haberse negado a competir, a modo de protesta, frente a la Universidad de Brigham Young. Por aquel entonces esta institución mormona no permitía competir a los atletas de raza negra, actuando con el total beneplácito de las instituciones del estado de Utah

Cuando Bob se presenta a los trials que decidirían qué atletas acudirían a los juegos olímpicos defendiendo a Estados Unidos, no lo hace en las mejores condiciones. Sin beca, sin poder completar sus estudios universitarios, sin entrenador y atravesando una profunda crisis de pareja, los pronósticos no jugaban a su favor. Sin embargo, gracias a la ayuda en los entrenamientos con su compañero, el también saltador y recordman mundial Ralph Boston, consigue el pase.

Durante la fase clasificatoria de los juegos olímpicos, Bob no las tiene todas consigo. Falla sus dos primeros intentos con sendos nulos y es un mar de dudas. Es de nuevo Ralph Boston quien juega un papel crucial. Le insiste en la necesidad de que asegure la batida y, sobre todo, de que realice un salto válido para poder clasificarse. Bob sigue su consejo y se planta en la gran final. Pero ni eso consigue lograr desconectar los problemas personales que afloran una y otra vez en su cabeza. "Todo iba mal. Así que fui al pueblo y me tomé un tequila. Me sentí muy relajado. Dormí bien". Lo que pasó al día siguiente ya forma parte de la historia del deporte. A sus 22 años hizo un salto perfecto: 19 zancadas en la pista, una batida en la que se elevó hasta 1,82 metros, para cubrir una distancia total de 9 metros y 15 centímetros (8,90 metros desde la tabla). Bob no había batido el récord del mundo y el olímpico, lo había destrozado superando la anterior marca por casi 60 centímetros. El saltador soviético Igor Ter-Ovanesyan dijo: "Comparados con este salto, somos como niños". El saltador inglés Lynn Davies, vigente campeón olímpico por entonces, le dijo a Bob: "Te has cargado la prueba". Lo mejor de todo es que, al principio, Bob no fue consciente de su logro pero, cuando se dio cuenta de que había batido el record del mundo por más de medio metro y de que los jueces no estaban preparados para llegar a medir esa distancia, Bob se derrumbó de la emoción. Según la prestigiosa publicación Sports Illustrated, su salto es uno de los 5 momentos mas importantes del deporte durante el siglo XX.

La mayor parte de los comentarios sobre esta hazaña fueron comentarios positivos pero también hubo quien la criticó. Sobre todo se le criticó las condiciones en las que realizó el salto (viento a favor de +2.0 m/s, el límite de lo permitido), y las de la ciudad de México D.F. En cualquier caso, estas fueron las mismas para todos los participantes y ninguno de ellos se  acercó, ni por asomo, a la marca de Bob. 

El caso es que las críticas le molestaron mucho, tanto que le empezaron a afectar en su rendimiento. "Algunas personas dijeron que hice un salto afortunado en los juegos olímpicos", dijo. "Después de un tiempo, ese tipo de comentarios se te meten en la cabeza". El miedo al vacío comenzó a apoderarse de él y nunca más volvió a acercarse a esa marca (8,22 fue su tope). Solía rondar los 7,80 metros, una marca respetable para la mayoría pero no para él. Entre los 24 y los 26 años apenas volvió a competir aquejado de una lesión crónica en su pierna. Poco a poco fue apartando el atletismo de sus prioridades para centrarse más en sus estudios de Sociología en la Universidad de Adelphi, en su Nueva York natal. Como buen amante del baloncesto, recibió un homenaje de la NBA, al ser drafteado de forma simbólica por los Phoenix Suns. Tras colgar las zapatillas se dedicó a promover el atletismo entre los más jóvenes, llegando a desempeñar el cargo de director de atletismo de la Universidad Estatal de Chicago, y también realizando varias colaboraciones en el estado de California. Su último cargo, hasta su jubilación, fue el de director del Museo Olimpico de Florida. Ha sido nombrado miembro del Salón de la fama olímpico y del atletismo


Su récord olímpico, a día de hoy sigue vigente. No así el mundial, batido en 1991, cuando el también estadounidense Mike Powell voló hasta los 8,95 m acabando con mas de 22 años de reinado. 
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