martes, 4 de febrero de 2025

Las indómitas australianas que se ganaron el derecho a ser olímpicas

En enero de 1916 miles de soldados australianos desembarcaron en Francia. Medio planeta enviaba a sus jóvenes a morir en las trincheras de la I Guerra Mundial, una contienda que haría que se suspendieran unos Juegos Olímpicos modernos por primera vez. Berlín no sería olímpico aquel año. Dos divisiones de soldados australianos fueron enviadas a la región del Somme, donde la ciudad de Albert los esperaba en ruinas. En el centro de la población se alzaba el esqueleto de la basílica de Notre-Dame de Brebières coronado por una enorme estatua de la Virgen con el Niño. Un año antes, en 1915, las bombas alemanas habían dañado seriamente la iglesia y la estatua había quedado colgando horizontalmente en un extraño escorzo, como si fuera a desplomarse de un momento a otro. Surgió entonces la leyenda de que la guerra finalizaría el día en que la Virgen se desplomase, pero lo cierto es que siguió allí hasta que un bombardeo acabó con la torre en 1918. Los soldados australianos, con su peculiar sentido del humor, bautizaron aquella Virgen con el nombre de Fanny, y antes de partir al frente le escribían poemas y le cantaban canciones. Cuando los británicos preguntaron por la razón de aquel nombre, la respuesta fue que la Virgen parecía a punto de zambullirse en una piscina, así que la habían bautizado con ese nombre en honor a Fanny Durack, la australiana que, en 1912, se había convertido en la primera mujer en ganar una medalla olímpica en una prueba de natación. Cuando Durack se enteró de la anécdota, no dudó en enviar una carta a aquellos valientes muchachos que se estaban jugando la vida tan lejos de casa.

Fanny Durack era una mujer de carácter. Su gran rival en la piscina, Wilhelmina "Mina" Wylie, era una de sus mejores amigas; ambas eran imparables. Hasta 1912 las mujeres no habían podido participar en competiciones de natación, pero en los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1916 se organizaron por fin dos pruebas femeninas: relevos 4 x 100 metros libres y 100 metros libres. Desde el primer momento Fanny Durack y Mina Wyle tuvieron claro que merecían estar en Suecia, pero lograrlo no fue fácil. Australia y Nueva Zelanda, que por aquel entonces participaban con un único equipo bajo el nombre Australasia, decidieron no enviar ninguna mujer a Estocolmo. En aquella ocasión fueron las federaciones locales las que decidían qué deportistas participarían y, desgraciadamente, Durack y Wyle dependían de la Federación de Natación de Nueva Gales del Sur, que no aprobaba la presencia de mujeres en los Juegos. Pero ellas no estaban dispuestas a aceptar un no por respuesta ya que, desde el año 1894, en todos los estados de Australia se había logrado la igualdad de derechos para las mujeres, gracias a los esfuerzos de activistas por el derecho al voto. Sin embargo, estos avances en la vida política no se trasladaron automáticamente a otras áreas de la vida australiana, como fue en el caso del deporte.

Nacidas en Sídney (Australia), una ciudad donde todo el mundo comienza a dar sus primeras brazadas casi antes de saber andar, las dos jóvenes dominaban las competiciones locales y batían récords del mundo con pasmosa facilidad. Fanny había aprendido a nadar en Wylie’s Baths, la meca de la natación australiana. Allí, al este de Sídney, se habían celebrado los primeros campeonatos australianos de natación y ese había sido también el primer lugar donde las autoridades permitieron a hombres y mujeres bañarse juntos. Protegido de las corrientes y los vientos, se convirtió en un lugar muy popular, especialmente después de 1907, cuando Henry Alexander Wylie, uno de los primeros grandes campeones de la natación australiana, habilitó, en el mismo mar, una piscina que aún existe. Tal fue el escenario de las primeras victorias de Fanny Durack en braza, único estilo en que las autoridades de Nueva Gales del Sur permitían competir a las mujeres. A partir de 1910 pudieron hacerlo también en estilo libre y ese mismo año Fanny fue derrotada en ambos por una chica más joven que ella: Mina Wylie, la hija del mismísimo Henry Alexander Wylie. Pese a su rivalidad, ambas se hicieron amigas.

Tras conocer la noticia de que no podrían asistir a los Juegos, decidieron protestar. Se entrevistaron con periodistas, enviaron cartas abiertas criticando la decisión y llegaron a organizar una manifestación frente al restaurante donde se reunían los directivos del Comité Olímpico australiano, quienes, cansados de la situación, acabaron sentenciando que ambas podrían competir en Estocolmo si se pagaban el viaje. Fanny Durack y Mina Wyle no se rindieron, pidieron el apoyo de la gente y vendieron escarapelas con su nombre. Fueron tan persuasivas que lograron reunir el dinero necesario para el largo viaje de ida y vuelta en barco.

Veintisiete mujeres, la mayor parte de ellas británicas, suecas y alemanas, participaron en la prueba de los 100 metros libres en una piscina improvisada en las aguas del puerto de Estocolmo. Luciendo bañadores por encima de la rodilla, más cortos que los de todas sus rivales, las dos australianas lograron imponerse en sus series de cuartos de final y semifinales. En la final, Fanny Durack se convirtió en la primera campeona olímpica en natación y logró establecer un nuevo récord del mundo; Mina Wyle se hizo con la plata, mientras que la británica Jennie Fletcher acabó tercera. A su regreso a Sídney, las tenaces Fanny Durack y Mina Wyle fueron recibidas por las autoridades, las mismas que no habían querido enviarlas a la cita olímpica y que, ocho años más tarde, no dudaron en seleccionar a Fanny para participar en las Olimpiadas de Amberes 1924. La mala suerte quiso que, justo una semana antes de salir hacia Europa, sufriera un ataque de apendicitis. Pese a todo, en Sídney, los nombres de Fanny Durack y Mina Wyle aún son sinónimo de perseverancia y tenacidad en la lucha por la igualdad de derechos entre ambos sexos.

Tony Padilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario